Por Paco Candel
Algo que me seduce cuando conozco a un artista plástico es visitar su estudio, verlo trabajar en su taller. Es como entrar en su ámbito, en su secreto, en su alquimia, en su almacén de sueños aparte de proyectos y realizaciones, en su laboratorio de aprendiz de brujo, en este caso bruja, pues se trata de Mariona Millà. Así que esta muestra que veis aquí, en el Barradas, yo ya la vi allí, en el espacio donde ella trabaja. Vi todo esto y más cosas, sobre todo etapas y temáticas. Vi también como las musas echaban a correr. La inspiración es trabajar cada día y Mariona me iba a dedicar parte de su tiempo, así que les dio permiso para vagar. Pero se les ocurrió volver al cabo de un rato y Mariona Millà, en un tris, tras, me pintó un convincente retrato. El noble arte del retrato está dado de lado, algo así como menospreciado por pintores y escultores de la contemporaneidad. Mariona Millà lo practica con sorprendente destreza. Reconocí, entre un puñado de lienzos, a Martí Pol, Ricard Salvat, Maryse Badiou… Tenía también a sus padres, su esposo y a gente que desconozco. Las musas volvieron a largarse y nosotros continuamos hablando, hablando y observando detalles, cosas, dibujos, colages, esculturas, pinturas, muchas pinturas, las paredes de estancias y pasillos llenas, pero llenas de verdad, pronto no cabrá nada más absolutamente. A primera vista, aquella heterogénea balumba libros, objetos, papeles, carpetas, catálogos, fotos, lo inverosímil resulta algo así como caótica y siempre pintura, muchas pinturas suyas, pero luego vas viendo que Mariona Millà es más ordenada de lo que aparenta, pues sabe encontrar lo que busca, lo contrario de lo que a mí me pasa, que siempre busco lo que no encuentro. Me llamaron profusamente la atención las mesas dispersas en su estudio, grabadas sus superficies, labradas, pintadas, decoradas por ella. Podría hacer una exposición de mesas. Todo es decidirse y pensarlo.
Como asomado a una panorámica fui observando temas o temáticas, llamadlo como queráis, en aquella galería particular que es el estudio de Mariona Millà; temas y etapas. Aplica gruesamente y generosamente, incluso con relieve, la pintura al lienzo o superficie, algo así como un grito y desgarradoramente. Al hablar de un grito, pienso en El Grito de Edward Munch, también un simbolista dentro del expresionismo, y eso aunque no se parezcan, pues el otro es más desestructurado y ella es más constructiva, pero sí parecen tener algo de los desesperados del arte Goya y sus pinturas negras, Gutiérrez Solana y su Castilla profunda del 98, Van Gogh y sus comedores de patatas, Picasso y su Guernica, otros, quienes son como el reverso de lo feo, que no es lo bello, sino trasvasado y transmutado a su simbolismo o alegoría y a la materia que lo expresa, consiguen, Mariona con ellos, qué duda cabe, el pasmo y la emoción.
Siempre he sostenido que describir la pintura es lo más difícil que uno se ha echado a la cara; describirla e interpretarla a través de eso que llamamos crítica y que es una caricatura de la literatura.
Los temas, etapas, leitmotiv, llamadlos como queráis, han sido, son, serán, ya que volverá sobre ellos, o no volverá si no quiere, es igual, pues ya están ahí, en su nebulosa artística, son, digo pues, la prostitución, los ambientes suburbanos, el Raval cuando era el Barrio Chino, con prostitutas y travestidos deformes, con… el teatro y la farándula, cinco generaciones relacionadas con el mundo del teatro gravitan sobre ella, también el erotismo, como un kamasutra esperpéntico, el carnaval, la gente del pueblo, esa gente que tenemos como vecinos, gente de terrazas y tertulias de bar, figuras de animales como personas o con su personalidad, una cosmogonía infinita…
La misma Mariona Millà ha dicho, respecto a su pintura con grosor, en catalán, ella la define mejor: «pintura amb gruix», que la prefiere a la pintura plana; del erotismo dijo también que es una parte esencial de la vida y en la vida: sin erotismo no hay seducción ni pasión, tampoco amor, etcétera. ¿Qué encerrará el etcétera? Preguntada si humaniza a las bestias o bestializa a las personas prefirió no contestar. No es que lo prefiera. No dijo nada. Cristo ante Pilatos, y al preguntarle sobre la verdad, hizo lo mismo: mantener la incógnita.
Este bestiario de ahora es la ampliación, más que la continuación, del que en el 2002 presentó en Figueres, sobre todo ampliación debido a la reducida y corta muestra que allí expuso, y allí sí dijo o se dijo que aquel bestiario era un camino de la imagen tangible y de la representación ilusoria. Se podría precisar que lo kafkiano, lo simbolista, lo mágico y lo surrealista flotan o nadan sobre él o entre él. Los animales juegan a cartas, entre otras actividades, los pollos danzan sobre sus piernas azules, o sea, que son Pollastres de pota blava, deben de ser del Prat… Los azules de estas composiciones comunican a tal aquelarre de colores un punto angelical a lo Chagall. También resultan sus figurantes algo carnavalesco. ¿Quién se disfraza de quién o de qué? ¿No exhiben un comportamiento humano los pollastrotes reyes del gallinero cantando o musicando la coquetería? Estamos en el puro reino de la fantasía y podéis buscar o encontrar en ella todo lo que queráis. La imaginación de Mariona Millà es apabullante.
También tan inusitado bestiario pictórico se agranda y engrandece con la plástica de sus esculturas hechas con fibra de vidrio policromada, una virguería de nombre del material empleado. Aun siendo lego en la materia de lo matérico o de los materiales, a mí me lo parece. Tales piezas escultóricas, diríamos, superan la monstruosidad de las otras, su rareza, tal esa peixa, esto es, la hembra del pez, ¿Cómo se dirán en castellano las hembras de tal especie, que sabes que es peixa porque tiene tetas o mamelles y no es una sirena? Otra bestia de este bestiario es un triocular, un ser con tres ojos, y otra, además entre las otras, un reptil siamés hembra sobre un espejo para que pueda mostrar sus dos vulvas… Dejo de describir para escapar de tanto vértigo y vorágine que el mundo de la Millà me produjo y me sigue produciendo. Como contraste, su orfebrería te produce una especie de sosiego. Sigue siendo ella, Mariona Millà. Qué duda cabe, pero el tamaño y los digamos materiales nobles, aunque no sé el porqué de esa nobleza, reducen la tensión a la que te ha sometido lo expuesto, que yo he expuesto primero porque lo vi de ese modo, como los prolegómenos del conjunto de su obra en su estudio, y como si yo estuviera envuelto en el vertiginoso remolino de su Creación. No quiero acabar esta mal pergeñada presentación sin citar los anteriores maestros que Mariona Millà ha tenido a lo largo de su ya extensa y proteica carrera artística: Pablo Vila San Juan, Antoni Piqué, Xavier Fábregas, Josep Montanyès, Carles Castellanos, Manuel de Pedrolo, Jordi Sarsanedas, Ricard Salvat, Josep Maria Cadena, Michel Lequenne, Arnau Puig, Jordi Sabater i Pi, Feliu Formosa, Jordi Cabezas i Llobet; maestros y maestras: Maryse Badiou, Marie-Claire Uberquoi… Dejadme que con toda modestia me coloque detrás de todos ellos pero delante de otros que todavía vendrán. Gracias, Mariona.
PACO CANDEL
Escriptor
Text íntegre de presentació de lexposició
Abril, 2003
Per
Mariona Millà – (2010-02-05)